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Carta a la maternidad




Querida maternidad:


Desde niña, te describieron como algo tan grande y maravilloso que pensé que eras similar a una superhéroe que rescataba a los más jóvenes e indefensos del mal comportamiento, del mal camino y de los malos pasos. Te imaginaba tan perfecta, tierna, poderosa y brillante que no sabía cómo lograría impresionarte y estar a la altura de cómo yo te imaginaba, gracias a las descripciones que hacían mamás que yo escuchaba cuando era joven.


Pensaba que eras guapa, que podías hacer todas las tareas que se requerirían por ser mamá (que son innumerables especialmente cuando no hay quien te ayude), y que aún así podías tener tiempo para trabajar en lo que te apasiona, cuidarte por dentro y por fuera, viajar, salir de fiesta, tener una pareja con la que pudieras dar lo mejor de ti, que caminara a la par contigo tomando cargo de la paternidad y la maternidad en un solo acto. Pensé que siempre te mantenías hermosa, escultural, sonriente y que nunca te sentías agotada, que no te rompías, no te quejabas y no pedías ayuda porque los superhéroes pueden con eso y más.


Qué equivocada estaba, querida maternidad. No te pareces al cuento que me contaron, no te pareces a los paradigmas y creencias que estaban diseñados en mi cabeza. Algunos de esos paradigmas eran que las mujeres son para tener y criar hijos, que se deberían tener los hijos que la vida te dé, que las mujeres que no son madres no son mujeres, que las madres son independientes y súper poderosas y no necesitan ayuda, y que son las fuertes del hogar. Qué equivocada estaba y qué equivocadas estaban todas mis creencias respecto a ti.


Hoy, a casi 28 años de haber dado a luz a mi primer hijo, me doy cuenta de que no eres lo que me pusieron en la cabeza cuando era niña. Me doy cuenta de que la maternidad es ciertamente inmensa porque es un universo de responsabilidades que solamente traen gozo cuando las cumples. Eres una imparable fábrica de soluciones para todo tipo de retos, conflictos y corazones rotos. Eres una selva llena de peligros, de desafíos escondidos detrás de la maleza y que por eso no se ven venir y no se saben afrontar. Eres también una inmensa oportunidad que me obligó a transformarme en una persona que jamás pensé que podría ser y que pasaría tantas pruebas dolorosas sin tener las herramientas para afrontarlas.


Maternidad, no te agradezco nada. Antes bien, me agradezco a mí misma el haberme atrevido a dejarte entrar en mi vida. Soy una mujer muy valiente por abrazarte, por decirte “sí” sin saber los retos tiránicos que traías a mi vida.


Gracias Lola por tomar la maternidad contigo, abrazarla, por darte permiso de sumergirte en ella y atreverte a perderte en tu sombra. Gracias a todas las mujeres valientes que le abrieron la puerta a la maternidad y la dejaron entrar, aún cuando no contaban con las herramientas necesarias para afrontar los retos que la señora maternidad trae en su equipaje.


Abrazo con cariño y respeto el corazón de cada una de las mujeres a las que alguien nombra “mamá”.




Lola Hernández Gallardo

Consejera Familiar y Educativa


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Gracias 😘

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