Las crisis de tu hijo o hija con autismo pueden provocar miedo y desgarrarte por dentro. No puedo darte una solución, pero sí puedo compartirte una carta de lo que tu hijo quiere que sepas:
Queridos mamá y papá
Ustedes cuidan de mí, y eso lo sé. Son personas nobles que tienen la capacidad de amarme incondicionalmente, a pesar de la intrincada relación que tienen conmigo. A través de nuestra relación, están comprendiendo el verdadero significado del amor incondicional, de cómo liberar el dolor, de practicar nuevas maneras de entender el dolor humano y de aceptar las cosas como son.
No le teman a la manera en que expreso la ansiedad, la angustia, el dolor y la frustración que me queman por dentro. Enséñenme cómo ustedes se autorregulan para que yo pueda aprender de ustedes.
Vivan su día sin intentar prevenir que mis crisis ocurran. Eso me pone en estado de alerta porque siento el peso de su preocupación y el miedo que sienten hacia mí. Vivan su vida con la certeza de que los amo y sé que están haciendo todo lo mejor que pueden.
Cuando yo esté en medio de una crisis, díganme en voz baja: “Hijo, quiero ayudarte y no sé cómo hacerlo. Ayúdame a comprender mejor”, y acompáñenme en silencio, respirando profundo por la nariz y exhalando lentamente por la boca. Eso me ayudará a darme cuenta de que, si ustedes son capaces de tranquilizarse ante mis crisis, yo también puedo.
El comportamiento al que ustedes llaman “crisis o desregulación” es mi manera de expresar y aliviar el dolor interno provocado por el exceso de estímulos que percibo, así como de mostrar el desconsuelo y el sufrimiento que percibo en ustedes y en el mundo entero.
No confundan mi diagnóstico con la persona que soy. Yo quiero lo mismo que ustedes: verlos felices y en paz, verlos encontrar momentos de gozo para que yo también pueda sentirlo.
Hablen constantemente conmigo como si yo no tuviera autismo. Sigan intentando sacarme del lugar oscuro en el que entro en momentos difíciles. Invítenme a dar una caminata, a bailar o a comer un helado juntos. Háblenme con cordialidad y cariño sin querer obligarme cuando no me siento disponible para complacerlos. Cuando conversan conmigo, ayudan a retirar la energía que está impidiendo que yo los escuche.
Mientras más predecible sea su comportamiento y sus reacciones durante mis crisis, más me ayudarán a suavizar mis reacciones, y los momentos difíciles serán menos frecuentes.
Siempre recuerden que ustedes son mi espejo, y lo que ven en mí es, a su vez, el reflejo de lo que yo percibo.
En mis momentos de tranquilidad, díganme cómo reacciono cuando estoy alterado y descríbanme lo que harán cuando esté desregulado. Eso me ayudará a comprender por qué hacen lo que hacen.
Mamá, papá, si les dijera que voy a volver a nacer como su hijo, ¿Qué memorias les gustaría que estuvieran ya en mi corazón? ¿Qué palabras, qué emociones y qué expresiones de amor desearían que estuvieran ya en mis células?
Los amo profundamente, aunque no siempre tenga las palabras para que puedan escucharlo.
Lola Hernández Gallardo
Consejera Familiar y Educativa
Fundadora y moderadora del Grupo de Fortalecimiento para Adultos: Si me cuido te cuido mejor (https://www.lolahernandez.org/grupo-cuidadores).
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