Sentada en el asiento 21F en un avión de Delta, lista para ir de regreso a “casa”, contando las horas para encontrarme en el aeropuerto con mi hijo mayor Eric, el "DinosaurMaster" (como él mismo ha decidido nombrarse), el capitán del avión anuncia (después de 30 minutos esperando a que despegue el avión): “se ha reventado una de las válvulas del avión, no podremos viajar a Atlanta en éste, todos los pasajeros serán ubicados en diferentes vuelos para completar su viaje. Nos tomará entre cuatro y cinco horas poder ubicar a todos los pasajeros (vuelo lleno) en el avión que los llevará a su destino final...”
Destino final... me pregunto si todos los pasajeros del vuelo de Delta 366 sabíamos cuál era verdaderamente nuestro destino final. Será posible que cada uno de los pasajeros de este vuelo alcance a comprender que a pesar de que todos “perderemos el mismo avión” (sentido figurado), en realidad, cada uno estamos experimentando nuestra propia pérdida y por ende, construyendo nuestra vivencia individual. Más de cien realidades nos encontramos dentro del mismo avión buscando llegar al “mismo destino final”, pero cada uno experimentando su propio episodio de lo que está ocurriendo aquí y ahora.
Para algunos pasajeros este es un verdadero problema porque perderán sus vuelos de conexión; para otros es una aventura a la que han decidido entregarse (cómo yo); para otros, será un alivio que les retiene unas horas más antes de llegar a esa realidad de la cual han buscado escaparse por un tiempo, si saber cómo hacer. Sin embargo, para cada pasajero este viaje tiene su propio significado, cada uno de nosotros decide la manera en la que experimentará su proceso para llegar al mismo destino al que todos inminentemente llegaremos.
Así mismo funciona la vida, todos los seres humanos nos dirigimos al mismo destino final, en este caso ese destino es desapegarnos de nuestro cuerpo físico para pasar a otra dimensión, de la que muchos no tenemos suficiente información. Somos pasajeros en este artefacto llamado “vida” y, cada uno de nosotros experimentará este viaje de manera única e irrepetible. Cada uno de nosotros es indispensable y tiene una función especial en este vuelo, al mismo tiempo que somos responsables de la manera en la que interpretamos los eventos deseados y los no deseados que ocurran durante la travesía.
Por seguridad, las personas que requieren ayuda individual y las familias con niños y niñas que abordan este artefacto: “suben primero”. Esto significa que a ellos se les da la preferencia de encontrar su asiento y colocarse el cinturón de seguridad antes que el resto de los pasajeros adultos. Son primero los niños, las niñas y las personas con retos significativos, con necesidad del acompañamiento de la tripulación, los que deben ocupar un lugar seguro para proteger sus memorias de este viaje, ya sean de placer, gozo, cuidado, evolución o amor.
Todos estamos llamados a llegar a nuestro “destino final”, sin excepción. Lo que será diferente son las emociones, decisiones y acciones que cada uno tomemos antes de completar este viaje. Por eso, cada pasajero tendrá la opción de experimentar las dificultades y retrasos de este vuelo en fe y calma, o bien, como una calamidad de la que solamente se busca llegar al "destino final."
Te invito a reflexionar sobre la manera en la que estás viviendo tu viaje, ¿has decidido experimentarlo desde el amor o desde el resentimiento, el dolor y el miedo?
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