Desde que era muy pequeño, mamá y papá comenzaron a tomas decisiones por mí, nunca pidieron mi opinión pero creo que tenía que ser así porque los adultos por lo general no imaginan que los niños con y sin autismo comprendemos más de lo que imaginan.
Un día, un grupo de señores y señoras con batas blancas me llevaron a un salón muy grande, lleno de objetos que hoy se que se llaman “juguetes”, esos objetos tenían un funcionamiento que había sido decidido por alguien, pero que yo no comprendía cómo y por qué debían usarse de esa manera.
Esos señores y señoras a los que llamaré: “los bata blanca” le dijeron a mis padres que yo tenía algo llamado autismo. Recuerdo que mi mamá se sintió muy triste pero no se mostró tan sorprendida porque ella ya lo sabía. Mi papá, en cambio, se quedó frío y pasmado porque aunque mi mamá ya se lo había dicho antes, él aún contemplaba la esperanza de que eso no fuera cierto. A mi papá le cuesta mucho trabajo expresar sus emociones y eso le hizo pensar a mamá y a los batas blancas, que dominaba la situación y que sabía exactamente lo que tenía que hacer, a pesar de que no tenía ni la menor idea de cómo criaba a un hijo con autismo.
No sabía cómo enseñarle a ser independiente, a montar bicicleta y lanzar una bola, no sabía como hacer para que entendiera que era muy importante que estudiara una carrera universitaria y una maestría prometedoras, que consiguiera un trabajo con un buen sueldo, que aprendiera a ahorrar y administrar su dinero y que el resto viene por añadidura.
Este fue solamente el comienzo, el resto de las emociones de mis padres cuando me diagnosticaron, lo contaré poco a poco en un libro porque este escrito en realidad es para contarles cómo pienso yo que mis padres, maestros y muchos otros adultos, piensan que las cosas que hago yo y que hacen muchas personas con autismo, es porque tenemos autismo, olvidándose que esas cosas muchas veces las hacemos porque es la manera en la que cada uno de nosotros logramos atraer la atención de los otros, de sentir nuestro cuerpo y/o comunicarnos.
Cuando yo era pequeño golpeaba mi cabeza fuertemente contra la pared o contra el piso mientras hacía un sonido muy fuerte con mi garganta, mi mamá se asustaba mucho y siempre trataba de detenerme para que no me lastimara, lo que ocurría entonces es que en lugar de golpearme contra la pared o el piso, me golpeaba contra su pecho y la lastimaba sin querer. Yo no quería hacerle daño a mi mamá, pero ella no lo comprendía y se llenaba de dolor, frustración y lloraba mucho porque pensaba que yo no quería estar en esa casa y que tampoco quería que ella estuviera cerca de mí.
Mi mamá siempre ha sido una gran investigadora y una persona muy, muy creativa, se le ocurren las soluciones más extrañas sin saber de dónde le salen las ideas.
Un día mientras me observaba tirarme al piso a golpear mi cabeza, ella decidió que haría algo “diferente” a lo que siempre hacía para ver si me funcionaba para calmarme. Les contaré lo que hizo: colocó todo su cuerpo arriba del mío con mucho cuidado, como si se acostara arriba de mi pero abría sus piernas para aguantar gran parte de su peso en sus piernas y no dejarlo caer todo sobre mi cuerpo de 4 años. Con sus manos ella inmovilizaba mi cabeza muy suavemente, las colocaba sobre mi cabeza y su cabeza la ponía arriba de sus manos para que yo no la golpeara en la cara.
Cuando mamá hizo esto yo sentí un gran alivio, era como si de repente todas las partes de mi cuerpo se volvieran a adherir a mí. Tomó varios minutos para que yo me calmara, pero mi madre siempre ha sido una mujer muy paciente y persistente, no toma NO por respuesta, así que se llevó varios golpes con mi cabeza, que aunque la tenía un tanto inmovilizaba, mi fuerza era muy grande y lograba moverla.
Mi mamá se subía arriba de mí mientras yo estaba boca abajo, ella solamente respiraba profundo y no decía nada, permanecía en silencio. Un día la escuché contarle estas escenas a Anette, mi primera terapeuta de lenguaje que murió hace varios años de cáncer. Cuando Anette la escuchó le preguntó que ¿en dónde había ella leído que eso que hacía podía ayudarme?, mi mamá le dijo que no lo había leído en ningún lugar, que ella observaba cómo me golpeaba la cabeza y simplemente pensó que si yo me golpeaba la cabeza era quizá porque quizá me dolía o me dolía otra parte del cuerpo, ella imaginó que poniendo presión en la parte que me dolía me ayudaría a aliviar el dolor.
Cuando a mamá le dolía la cabeza ella se apretaba la cabeza con las manos como para calmar su dolor, también lo hacía cuando le dolía el estómago y esa fue la lógica que utilizó para ayudarme cuando yo me llenaba de ansiedad y me golpeaba.
Hasta el día de hoy, que ya tengo 22 años, siento esa ansiedad de cuando era pequeño pero ya no es tan intensa y tampoco me golpeo, mi mamá me enseñó otras maneras de regularme y yo inventé la mía propia y se las voy a contar: cuando llego de la escuela y me siento muy ansioso por toda la información que tuve que procesar: los olores de la clase, las voces de las maestras, los alumnos, el movimiento de las bancas, las luces del salón de clase, la campana de la escuela, la demanda de trabajo académico, etc., me meto en medio de los dos colchones de mi cama, me acuesto boca arriba en el boxspring (colchón de abajo) y dejo caer encima de mí el colchón de arriba, cuando ya estoy en medio de los dos, me doy la vuelta para quedar boca abajo y me quedo dormido con unos cuantos peluches grandes que aún me gustan y un par de almohadas a los lados.
Creo que esto que inventé para calmar mi ansiedad, se lo debo a mamá porque ella me enseñó a adoptar esta posición, me dejó experimentar por primera vez el peso arriba de mi cuerpo completo y me mostró cómo colocarme almohadas a los lados de la cabeza desde que era pequeño.
La intuición de mi mamá me salvó de seguirme lastimando la cabeza y de lastimarla a ella o a papá. Creo que todas las mamá pueden salvar a sus hijos usando su intuición, lo único que tienen que hacer es calmarse para poder observarnos hacer lo que hacemos y en esa observación seguramente se les ocurrirán varias soluciones para ayudarnos que nunca antes habían sabido.
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