Muchos no lo saben pero transcurrió un largo periodo de tiempo y una boda, antes de que el Rey Arturo recibiera la mesa redonda en la que se reunía con sus caballeros para discutir asuntos cruciales de la seguridad del reino. Se dice que en una mesa redonda no habían asientos privilegiados, por lo que ninguna persona sobresalía del resto; todos los invitados eran necesarios y cada uno de ellos tenía algo que aportar. Esta metáfora representa la manera en la que percibo a cada persona que de alguna manera se ha sumado a la vida de mi familia para contribuir al crecimiento, desarrollo, educación y plenitud de Eric y de todo nuestro clan. Hoy una persona más se suma a nuestra mesa redonda, en esta entrada de blog comentaré de quien se trata.
No me cabe la menor duda, aquellos sueños que puedes oler, escuchar, ver y tocar cuando se cierran los ojos, en los que se persevera y no se renuncia se pueden alcanzar. Hace varios años busqué escuelas de carpintería para Eric, yo deseaba que aprendiera a crear con sus manos, que explorara su capacidad creativa a través de la madera, que viviera la sensorialidad en su cuerpo, conectando, sintiendo y transformando la madera.
Cuatro años atrás visité dos escuelas de carpintería en Georgia, Estados Unidos, en ambas me dijeron: “no damos clases a personas con discapacidad por el riesgo que representa para la escuela (lability)”. Comprendo el riesgo perfectamente, las herramientas de carpintería pueden ser peligrosas sin el entrenamiento y equipo adecuado. Mi hijo ya era un adulto desde entonces, les ofrecí firmar una carta deslindándolos de toda responsabilidad en caso de un accidente, ofrecí estar al lado de Eric durante la clase y ser su sombra, la respuesta fue la misma: “¡no!”.
Tengo un pequeño “defecto”, soy una Aries con ascendente en Tauro y luna en Leo que no acepta ¡no! por respuesta fácilmente (hasta que se demuestre lo contrario). Yo sabía que quería darle la oportunidad a mi hijo el #DinosaurMaster (como él mismo se nombró) de experimentar la carpintería, sabía que tarde o temprano lo lograría en Estados Unidos, en México, en Islandia, en Marte o en mi siguiente vida.
Hace unos días fue el primer día de clase de carpintería de Eric con Marcela, una más de las personas que se suman a la mesa redonda de nuestro equipo de damas y caballeros. Marce es una maravillosa joven que está surgiendo de las cenizas, parte de ese surgimiento lo está realizando a través de su oficio, transformando la madera y el mármol. Conocimos a Marce hace pocos días en Querétaro, enseguida se entusiasmó con la idea de enseñar lo que sabe de carpintería a Eric y al mismo tiempo, darse la oportunidad de materializar su sueño: Construir un colectivo para enseñar un oficio a personas que, por su vulnerabilidad, dependan del "buen corazón" de alguien más para ser empleadas.
Mucha gente se lamenta de que en América Latina (México) no hayan oportunidades para personas con discapacidad, y eso es verdad, sin embargo yo me maravillo de las oportunidades que puedo gestionar para mí y Eric en mi natal México. Otros países como Estados Unidos otorgan grandes oportunidades a grupos minoritarios (como en ese país les nombran), aún así el tema de aprender un oficio para mi hijo de casi 25 años, no lo pude conseguir por una discapacidad que le fue otorgada en un certificado médico y clínico.
No es necesario esperar a que alguien nos ofrezca las oportunidades para nuestros hijos/hijas cuando nosotros mismos las podemos construir. Existen millones de "Marcelas” esperando tener la oportunidad de enseñar un oficio a personas que lo necesitan y millones más de personas catalogadas como "vulnerables" buscando una manera de ser parte activa de la sociedad, de aprender, brillar y saberse auto-sustentables.
Hoy mi hijo se está haciéndose dueño y responsable de su propia vida, está convirtiéndose en un adulto pleno, productivo, aprendiendo un oficio que podría ser su manera de contribuir a la humanidad y de generarse ingresos, especialmente para cuando su papá o yo, no podamos estar más a su lado. Lo más emocionante de esta historia que aún no termina, es el inicio de una cadena de personas y situaciones que irán sumando experiencia, conocimiento, destrezas, arte y pasión a un oficio que podría (o no), ser una parte fundamental de la vida adulta de Eric y de muchos Erics que aprenderán que cada una de sus manos es una herramienta poderosa que puede dar vida a su propia vida.
Lola Hernández
Consejera familiar
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